✈ Historia del Canberra ✈
El Canberra surge ante una necesidad de la Royal Air Force de poseer un avión más veloz que el Gloster “Meteor”, que tuviera la capacidad de bombas del “Lancaster” y la maniobrabilidad del De Havilland “Mosquito”, para poder escapar de los cazas enemigos. El birreactor fabricado por la British Aircraft Corporation efectuó el primer vuelo el 23 de abril de 1950. En mayo de 1951, entró en servicio en el escuadrón 101 de la RAF. A fines de 1970 nuestro país adquirió las versiones MK 62 y MK 64. En 1971 se completó la dotación.
Apenas ocho días después del desembarco del 2 de abril, desplegaron a la Base Aeronaval “Almirante Irizar”, en Trelew. Mientras tanto, en la imaginación de los
mandos del escuadrón maduraba una idea: era necesario confundir los sistemas de guiado de los misiles ingleses por lo que debían encontrar un sistema de defensa que permitiera, al recio MK-62,
sorprender a sus padres de manufactura. Y lo lograron...
Si los Harrier poseían chaff y bengalas, ¿porqué no los Canberra? El problema era doble pues nunca se había contado con estos elementos defensivos y había que
conseguir los Chaff y fabricar los lanzadores. La Jefatura de Inteligencia proporcionó la frecuencia de emisión de los radares que utilizaban las fragatas misilís-ticas y la Armada, la
correspondiente al control de tiro del Sea Dart, el Marconi 909, y los valores magnéticos e infrarrojos de la cabeza del misil. De esa manera, se determinó la longitud que debían tener las
delgadas laminillas, el problema era cómo fabricarlas.
El jefe del escuadrón Técnico de la Base Aérea Militar Trelew, mayor Fernando Rezoagli regresó a Paraná para desarrollar el sistema y, en un relato personal, cuenta
como convocó a su casa a los compañeros del colegio secundario del hijo y les entregó un rollo de papel aluminio y tijeras. Durante horas cortaron tiritas hasta reunir un considerable volumen que
no alcanzó por lo que debió buscar otra forma más rápida y eficiente.
Surgió el ingenio argentino. Las laminillas tenían el ancho de un tallarín. En el pañol de la II Brigada había grandes rollos de grueso papel metalizado enviado por
los ingleses, para cubrir el tubo de chorro y disipar calor. Sorprendido, el personal de la fábrica de pastas “Vía Nápoli” de la ciudad de Paraná, un día vio llegar a los hombres de la unidad con
uno de los rollos, y su máquina cortadora fue la encargada de realizar la primera prueba.
Decidido el método, una cortadora de tallarines fue facilitada a la brigada y se comenzó el trabajo casi en forma industrial. En su dimensión longitudinal las
tiritas fueron cortadas con tijeras, en grandes mesas, por personal femenino.
Mientras tanto, el comodoro Valenzuela trabajaba en el diseño de los lanzadores y en la preparación de bengalas aptas para los misiles guiados por rayos infrarrojos.
Para los lanzadores se utilizaron los cartuchos de arranque de los aviones, colocados en un tambor horizontal con siete unidades que se ubicaban en la cola del avión, para lo que fue necesario
agujerear el piso. A su pedido, Fabricaciones Militares desarrolló un grano de pólvora que se quemaba uniformemente a 500° C, temperatura algo mayor que la de la salida posterior de gases del
Canberra.
En los cartuchos se colocaba primero la bengala con un paracaídas, luego se completaba su volumen con Chaff y finalmente una tapa plástica que sostenía todos los
elementos para evitar que se cayeran. El iniciador eléctrico era el mismo de los cartuchos de arranque. Se conectó a los iniciadores con una manguera de cables que llegaba hasta el tablero del
navegador donde estaban numerados los lanzadores de 1 a 7, cada uno tenía su llave de activación y una luz roja que indicaba que había sido disparado. Lógicamente, no se podía seleccionar Chaff o
bengala, siempre se eyectaban los dos juntos.
Se trasladó el equipo a Trelew, se probó el lanzador y las bengalas infrarrojas y, para el 1° de mayo, todo estuvo instalado. El piloto podía accionar el sistema
cuando veía el misil, ya sea desde el lanzamiento, cuando la cubierta del buque se iluminaba por los fogonazos o cuando observaba, en la oscuridad de la noche, un halo con centro negro
dirigiéndose hacia su avión.
Ese día, dos escuadrillas de tres aviones cada una, fueron enviadas a bombardear los buques que bombardeaban las posiciones en Puerto Argentino. La primera de ellas,
indicativo “Ruta”, logró divisar al portaaviones HMS Invincible, su jefe advirtió el lanzamiento de un misil y, mientras realizaba un viraje a baja altura, lanzó sus Chaff. El proyectil se
desvió, hizo impacto en el agua, detrás del avión aunque alcanzó a producirle algunas averías en la punta del plano que no impidieron su regreso a salvo. La segunda, con el indicativo “Rifle”,
partió inmediatamente después que los “Ruta” y fue interceptada por Sea Harrier. En esta ocasión, los aviones ingleses lograron ubicarse dentro del alcance necesario para lanzar sus Sidewin-der y
derribaron al Canberra tripulado por el teniente Eduardo De Ibáñez y el primer teniente Mario González quienes se eyectaron pero no pudieron ser rescatados. Así, el escuadrón sufrió las primeras
bajas en el Batalla Aérea de Malvinas.
Esta primera experiencia, y el sistema de detección temprana establecido por la flota, el poderoso arsenal misilístico de las naves y las constantes Patrullas Aéreas
de Combate para interceptar los ataques aéreos hizo que los Canberra, por sus características, no pudieran participar de los siguientes ataques a la flota.
Con los nuevos elementos, el escuadrón veló sus armas. Luego del desembarco inglés del 21 de mayo en San Carlos y afianzadas las tropas ingleses en el terreno, los
Canberra fueron los elegidos para realizar misiones que ningún otro avión argentino estaba en condiciones de llevar a cabo: Bombardeos Nocturnos.
Los vuelos comenzaron el 26 de mayo. Durante cinco días, las tropas desembarcadas en San Carlos fueron bombardeadas, noche tras noche, por antiguas aeronaves que
gracias a su nuevo sistema de defensa, se transformaron en indetenibles. El 31 se realizaría la última misión en esa zona porque, a las dificultades lógicas de este tipo de bombardeo, se sumaba
la situación meteorológica de la zona – casi siempre adversa – todo lo cual hacía que los lanzamientos no tuvieran la exactitud deseada, y en el lugar se encontraba gran cantidad de prisioneros
de guerra argentinos capturados tras la caída de Darwin.
A partir de ese momento, las tropas inglesas en los montes que rodean a Puerto Argentino fueron el objetivo nocturno de los Canberra y su efectividad fue tal que el
almirante Woodward debió iniciar una acción imprevista que se llamó “Operación Cambelow”. Durante la noche, una fragata y un portaaviones se acercaban a las islas para poder lanzar sus patrullas
aéreas de combate con la máxima anticipación posible en un intento de interceptar los bombarderos argentinos.
Esto tampoco detuvo a los tozudos hombres del escuadrón. Se acercaba el asalto final y aún así, todas las noches, los observadores de Puerto Argentino, podían ver
los montes iluminarse de explosiones y sus almas asediadas no se sentían solas. En estas horas, la actuación del Escuadrón Canberra fue de gran importancia, no sólo por los daños y bajas que el
poder de sus bombas causaba en el enemigo, sino también para levantar la moral de las tropas argentinas.
El último día de combate de la Fuerza Aérea Argentina, también tuvo como protagonista al Escuadrón Canberra. A las 21:30 del 13 de junio, dos aviones, matrículas
B-108 y B-109, decolaron de Río Gallegos para apoyar el accionar de las defensas terrestres en Puerto Argentino. Al llegar al blanco, el B-109 pudo realizar su lanzamiento sin problemas pero,
apenas hubo lanzado sus bombas el B-108, tripulado por los capitanes Roberto Pastrán y Fernando Casado, fue alcanzado por un misil que destruyó parte del avión. El otro había alcanzado a lanzar
sus chaff y bengalas y logró regresar indemne a su base. Al día siguiente cesaron las hostilidades.
Cuando los prisioneros argentinos regresaron al continente, debieron llenar, por escrito, “Interrogatorios a Personal que participó en el Teatro de Operaciones
Malvinas”. Uno de los puntos a completar era “Comentarios del Enemigo” y, al revisarlos, pueden observarse varias referencias al Canberra en las que se escuchó decir que debían haber sido
renovados en su equipamiento por lo exacto de sus bombardeos y su accionar eficiente.
El sistema de contramedidas electrónicas, que había comenzado a tomar forma por el empeño de unos jóvenes adolescentes de Paraná probó su efectividad, a un punto tal
que, los únicos dos aviones Canberra derribados fueron los que no pudieron lanzar los Chaff fabricados por la tallarinera ni las bengalas caseras.
Emilio Duca
Dirección de Estudios Históricos de la Fuerza Aérea.
Fuente: - Historia de la Fuerza Aérea Argentina - Tomo VI – La Fuerza Aérea en Malvinas.
1982malvinas.com